Hace 51 años un comunista llegaba al poder anunciando “la revolución de las empanadas y el vino tinto”. Salvador Allende accedía a la presidencia tras negociaciones parlamentarias en las que algunos grupos -que luego se arrepintieron, como la democracia cristiana- no apoyaron al líder de la izquierda, que ganó en su cuarto intento. Esos mismos sectores aislaron al mandatario provocando una crisis de alimentos y servicios, con paros y huelgas empresariales que llevaron al país a una crisis.
Hace 48 años, un general que juró lealtad eterna al líder comunista tomaba las riendas del golpe militar y asalto armado al Palacio de la Moneda, obligando a Allende a quitarse la vida, iniciando un período de la historia de Chile marcado por la represión, las torturas y desapariciones, así como por la implementación -único caso concreto- del neoliberalismo en la región. Augusto Pinochet es villano o héroe, según las visiones de quienes lo vivieron y lo padecieron.
Aunque Gabriel Boric no había nacido cuando Pinochet ejercía su dictadura, debe haber oído de las crueldades cometidas por el dictador contra organizaciones de izquierda, a las que proscribió y persiguió en los setenta. Boric es el resultado de las nuevas luchas que desembocaron en la violencia de octubre de 2019 para instalar una asamblea constituyente que podría desmantelar los rezagos de la constitución pinochetista. El líder comunista no es ni indiferente ni irresponsable por estos hechos recientes.
José Antonio Kast, descendiente de migrantes alemanes, empresario privado y provida que representa, con su partido republicano, la emergencia de la nueva derecha que derrumbó a los grupos que colocaron dos veces en la presidencia a Sebastián Piñera, personaje desprestigiado desde octubre de 2019 y con los Pandora Papers, de los que salió golpeado, aunque salvándose de la destitución.
Chile está polarizado entre dos opciones del pasado, que el país ya vivió, que calaron en la mente de muchos votantes que creen en el libre mercado (por Kast) y otros en el comunismo (por Boric), como si Chile volviese a los tiempos de Allende y Pinochet.
Boric y Kast se impusieron a los partidos tradicionales con propuestas antagónicas y ahora salen a buscar los votos dispersos: los de la antigua concertación (Provoste), los del oficialismo (Sichel), los del populismo (Parisi) y del socialismo (Enríquez Ominami). El voto no es endosable, pero las tendencias menos radicales pueden decidir este viaje al pasado con un futuro incierto.